Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100387
Legislatura: 1894-1895
Sesión: 8 de Marzo de 1895
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 77, 1426-1428
Tema: Discurso sobre insurrección en la isla de Cuba

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Marqués de Ayerbe): La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): El Gobierno agradece vivamente, como entiende que agradecerá el Senado, las nobles y patrióticas palabras que acaba de oír de labios del señor general Martínez Campos; ellas llevarán consuelo a los ánimos abatidos e inspirarán confianza a aquellos a quienes pudieran haber alarmado algunas noticias recibidas de la isla de Cuba.

Tiene razón el señor general Martínez Campos: España, dividida, enflaquecida por las discordias de sus hijos, se levanta unida, se engrandece, se agigan- [1426] ta, y hasta hace, más que proezas, milagros, cuando ve en litigio la unidad o la independencia de la Patria.

Por eso, al creerla enflaquecida y debilitada, los enemigos de la Patria en Cuba se han llevado un grandísimo chasco, porque la Nación española está dispuesta a sacrificar hasta la última peseta de su Tesoro y hasta la última gota de sangre del último español, antes que consentir que nadie le arrebate un pedazo siquiera de su sagrado territorio. (Muy bien, muy bien.) Por eso España hará todos los esfuerzos necesarios para que eso no suceda, y no sucederá.

Las causas que han promovido la insurrección, ya las ha dicho, y las conoce mejor que nadie, el ilustre general Martínez Campos. Y entiendo que, no este Gobierno, y sobre todo, no aquellas autoridades, sino cualquiera otra que hubiera habido en Cuba, habría sido impotente para impedir la insurrección. Por nuestras leyes, como ha dicho muy bien el Sr. Martínez Campos, por la extensión de aquel territorio, por lo despoblado de una gran parte de él, por sus extensas costas, por nuestro escaso presupuesto para guardarlas, por una porción de causas, es muy difícil impedir que una insurrección aborte; pero aquella autoridad superior dio oportunamente noticias, datos y antecedentes de lo que podía pasar, y el Gobierno hizo lo que podía hacer: tomó sus precauciones, mandó algunos barcos, que era lo que se le pedía, y se preparó para el caso que desgraciadamente ha ocurrido.

El Gobierno, pues, hizo todo lo que de él dependía; porque, Sres. Senadores recordad, cuando el Gobernador General de Cuba propuso al Gobierno, y éste aprobó, la suspensión de las garantías constitucionales, qué alarma produjo, qué oposición se preparaba contra aquella autoridad y contra el Gobierno, oposición que hubiera sido enérgica y tenacísima a no haber coincidido la suspensión de las garantías con la aparición de las partidas en Cuba.

Pues bien; antes de aparecer las primeras partidas, ya el Gobernador General, previsor de lo que pudiera ocurrir, había dicho que era necesaria la suspensión de las garantías; y el Gobierno, que cree siempre que ésa es una medida extraordinaria que se debe evitar cuanto se pueda; el Gobierno no tuvo inconveniente, fiado en aquella autoridad, en suspenderlas antes que las partidas aparecieran.

Pero ya antes de la suspensión, varios meses antes, aquella dignísima autoridad decía constantemente al Gobierno que con las leyes ordinarias, sin medidas extraordinarias, no creía fácil poder evitar una insurrección en Cuba. Esto era muy delicado. Sres. Senadores, y el Gobierno, que debe proceder con mucha parsimonia para variar de la legislación común y colocarse en el estado excepcional del régimen de las leyes extraordinarias, tuvo toda la circunspección y prudencia que es necesario tengan los Gobiernos en los países libres como es España.

Afortunadamente, Sr. Martínez Campos, me parece que dentro de muy pocos días quedará evitado el peligro que S. S. ve en las leyes que allí rigen, porque el Código penal de Cuba trata de tal manera la propaganda separatista, que se presta a la interpretación que le han dado los tribunales, desfavorable a considerar como delito, y gran delito, la propaganda separatista, que exige grandísima pena, y en vista de la ley han interpretado los tribunales de una manera, en mi opinión, demasiado elástica, a favor de la propaganda separatista, o por lo menos para no evitar la propaganda separatista, o por lo menos para no evitar la propaganda separatista; se ha aceptado, con mucho gusto, una proposición que en estos días se ha presentado al Congreso, y que espero del patriotismo de aquel Cuerpo y del Senado que pronto será ley, determinando de una manera clara y explícita que no pueda caber duda a nadie, incluso a los tribunales que han de interpretarla, que la propaganda separatista es un delito, y un delito horrendo que necesita grandísimo castigo. (El señor Martínez Campos: Más que el extrañamiento. Podrá bastar esto en algunos casos, pero es un delito que merece mayor pena.) Como eso se ha de discutir en el Congreso y en el Senado, si al Senado y al Congreso no les parece bastante el extrañamiento, podrán indicar la pena que crean conveniente, que a mí me parece que toda pena es pequeña para los delitos de alta traición contra la Patria. Claro está, señores Senadores, que el señores general Martínez Campos se ha hecho cargo de algunas de las palabras pronunciadas por el Sr. Fabié respecto a la atmósfera que se hace con noticias falsas, pero debo declarar en honor de la prensa española, que si algunos han podido abusar de esas noticias falsas y que se han dado sin correctivo alguno, la prensa española es verdad que las ha dado, porque hubiera importado poco que no las hubiese dado, toda vez que por otros medios se hacen conocidas, pero las ha dado siempre con reserva, manifestando el origen que traían y afirmando que no merecían crédito ninguno. De manera que, en realidad, la prensa en todas las cuestiones que a Cuba se refieren, en todo lo que tiene relación con la insurrección de Cuba, está observando una conducta patriótica que en nombre del Gobierno la agradezco, y que espero que continuará por el mismo camino.

Yo creo que el Sr. Fabié se dará por satisfecho y aun por muy contento de haber promovido este debate, porque de él ha resultado que no hay motivo de alarma, de tanta alarma por lo menos como ha habido estos días por los sucesos de Cuba. Hay motivo, sí, para lamentarse, porque siempre es una desgracia, como ha dicho el señor general Martínez Campos, un quebrante para nuestro presupuesto, y luego una gran desgracia, porque además del quebranto de [1427] nuestro presupuesto se va a gastar allí la sangre de algunos españoles; pero no hay peligro alguno para la Patria, pues no se puede ni aun siquiera soñar en que esa insurrección tenga consecuencia ninguna desfavorable para la unidad de la Patria, respecto de la cual todos y cada uno de los españoles tenemos el sagrado deber de vigilar con mayor solicitud y más grande entusiasmo cada día. He concluido. (Bien, muy bien.)



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